lunes, 2 de marzo de 2009

Ultrajada

Desnuda, de pie ante el umbral de tu mirada...
Un leve temblor recorre mi espalda y luego me quedo inmóvil, estática,
como una ridícula estatua de barro, petrificada.
Tengo miedo, ¿Por qué no me dices nada?
¿Por qué no buscas mi consuelo, mi bienestar, mi calma?
¿Por qué solo te abalanzas sobre mi cuerpo como una fiera
y me devoras, sin importarte desgarrar así el abrigo de mi alma?
¡Ah, el alma! Si tan solo pudiera desprenderme del alma.
Tal vez así evitaría sentir de nuevo como me siento ahora, ultrajada...